“La
revolución de 1848 debe considerase como la continuación de la de 1789, con
elementos de desorden de menos y elementos de progreso de más.
Luis Felipe
no había comprendido toda la democracia en sus pensamientos (...) Hizo de un
censo de dinero el signo y título material de la soberanía (...) En una
palabra, él y sus imprudentes ministros habían colocado su fe en una
oligarquía, en vez de fundarla sobre una unanimidad. No existían esclavos, pero
existía un pueblo entero condenado a verse gobernar por un puñado de
dignatarios electorales (...).”
Lamartine, A.
Historia de la revolución de 1848.
"Quien había nacido dentro del ámbito de la lengua
alemana era considerado ciudadano por partida doble; por una parte, era
ciudadano del Estado en que había nacido, a cuya protección era encomendado;
por otra, era ciudadano de toda la patria común de la nación alemana. [. .. ]
De la misma manera que, sin lugar a duda, es cierto que, allí donde hay una
lengua específica, debe existir también una nación especifica con derecho a ocuparse
de sus asuntos con autonomía y a gobernarse ella misma, puede a su vez decirse
que un pueblo que ha dejado de gobernarse a sí mismo tiene también que
renunciar a su lengua y confundirse con el vencedor a fin de que surjan la
unidad y la paz interior (..)"
Johann Gottlieb
Fichte. Discursos a la nación alemana. 1808.
Somos un
pueblo de 21 a 22 millones de hombres, conocidos desde tiempo inmemorial con un
mismo nombre -el pueblo italiano-; vivimos entre los límites naturales más
precisos que Dios haya trazado jamás -el mar y las montañas más altas de
Europa-; hablamos la misma lengua,(...) tenemos las mismas creencias, las
mismas costumbres y hábitos, (...) nos sentimos orgullosos del más glorioso
pasado político, científico y artístico que se ha conocido en la historia
europea (...).
No tenemos
ni bandera, ni nombre político, ni un puesto entre las naciones europeas (...)
Estamos desmembrados en ocho Estados (...) independientes unos de otros, sin
alianza, sin unidad de destino, sin relación organizada entre ellos (...). No
existe libertad ni de prensa, ni de asociación, ni de palabra, (...); nada. Uno
de estos Estados que comprende la cuarta parte de la península, pertenece a
Austria: los otros padecen ciegamente su influencia.
Mazzini. “Italia,
Austria y el Papa”. 1845.
“Una nación es la asociación de todos los hombres que,
agrupados por la lengua, por ciertas condiciones geográficas o por el papel
desempeñado en la historia, reconocen un mismo principio y marchan, bajo el
impulso de un derecho unificado, a la conquista de un mismo objetivo definido.
(...) La patria es, ante todo, la conciencia de la patria.”
Mazzini. ¿Qué es una
nación? 1850
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