"Una de
las ideas que más me ocuparon había sido la reunión, la concentración de los
mismos pueblos geográficos que las revoluciones y la política han disuelto y
dividido; de manera que contándose en Europa más de treinta millones de
franceses, quince de españoles, quince de italianos y treinta de alemanes,
hubiera querido hacer de cada uno de estos pueblos un solo cuerpo de nación
(...) Yo me juzgaba digno de tamaña gloria!
(...) En tal
estado de cosas podía haber más probabilidades de conseguir en todas partes la
unidad de códigos, de principios, opiniones, sentimientos, ideas e intereses.
Acaso entonces, con el apoyo de las luces universalmente extendidas, hubiera
sido permitido soñar la gran familia europea (...).
Nadie podría
negar que si, al entrar en España, Austria, en vez de declararme la guerra, me
hubiese dejado cuatro meses de estancia en España, todo hubiese terminado allí
y en tres o cuatro años se habría visto una paz profunda, una prosperidad
brillante, y una nación compacta (...).
Como quiera
que sea, esta reunión (la de Europa) se hará tarde o temprano (...) el impulso
está ya dado, y no creo que después de mi caída y la aparición de mi sistema
pueda haber en Europa otro gran equilibrio que la reunión y la confederación de
los grandes pueblos."
Palabras de Napoleón el 11 de noviembre de
1816.
"A
pesar de todas las difamaciones, no tengo ningún miedo respecto a mi fama. He
librado cincuenta batallas campales, la mayoría de las cuales he ganado. He
estructurado y llevado a cabo un código de leyes que llevará mi nombre a la más
lejana posteridad. Me levanté a mí mismo de la nada hasta ser el monarca más
poderoso del mundo. Europa estuvo a mis pies. Siempre he sido de la opinión de
que la soberanía reside en el pueblo. De hecho, el gobierno imperial fue una
especie de república. Habiéndome llamado la nación a dirigirla, mi máxima fue:
la profesión está abierta a los inteligentes, sin distinción de nacimiento o
fortuna, y es por este sistema igualitario por el que la oligarquía me odia
tanto."
Napoleón Bonaparte. Santa Elena, 3 de marzo
de 1817
“En general,
cada día me convenzo más de que el único remedio que se puede oponer a este mal
(la propagación de las ideas liberales) que amenaza la tranquilidad interior de
todos los estados, no puede encontrarse más que en un acuerdo perfecto entre
todas las potencias, que deben reunir francamente todos sus medios y esfuerzos
para ahogar por todas partes ese espíritu revolucionario, que los tres últimos
del reinado de Napoleón en Francia han desarrollado con más fuerza y peligros
que en los primeros años de la Revolución Francesa.”
Metternich al general Vicent (junio de
1817).
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